Nana de la abuela Lola
Desde la tradición cantada de Triana
Corren en Triana los años veinte, pero no en el momento actual sino los años veinte del siglo pasado. Lola vive en un corral de vecinos de la calle Rodrigo de Triana, es la mayor de cuatro hermanos, aunque no tiene más de seis o siete años. Su madre, Lola también, la manda cada día a la Miguilla, una institución que no consigue la categoría de "colegio" pero donde aprenderá a leer y a escribir, y "las cuatro reglas", como se decía entonces. Nos la podemos imaginar, morena, regordita, cargando con su pequeña silla de madera y asiento de enea, porque allí la única que tiene algún mobiliario para sentarse es la maestra. Al cabo de los años, uno de sus muchos recuerdos de la infancia es una "copla", como ella la llama, que le enseñaron en la miguilla, un villancico que habla de un negrito que quiere ir al portal de Belén, y cada Navidad, cuando se reúne toda la familia, tiene el privilegio, y casi la obligación, de cantarlo, ya con una voz algo quebrada por la edad, pero con los mismos ojos de niña con los que lo escuchó y cantó por primera vez.
Esto no es un bonito cuento sino el origen de "Nana de la abuela Lola", un tema que, en mi familia, ha sido telón de fondo de las fiestas navideñas, y que, como quien recoge un testigo, lo hemos ido incorporando a los arrullos de los más pequeños como nana. Madres y abuelas, herederas ya de Lola, esa alumna de la Miguilla, lo guardamos como un tesoro, como herencia familiar. Cuando Javi Repiso me propone hacer una Nana e incorporarla al disco, no podía dudarlo, era éste el tema, un villancico que venía siendo tradición oral en casa, y del que no había podido encontrar ninguna grabación , ni siquiera de la misma letra con otra música. Ya reunidos en Higuera de la Sierra para los preparativos, todos acogieron entusiasmados la idea, después de que les cantase el tema, acompañada sólo con las palmas, como lo hacemos en mi casa, con un toque flamenco. Y Rafa Arregui se puso manos a la obra para sacar la melodía, y ese endiablado ritmo. El resultado es un homenaje a las abuelas, las que fueron, las que son y las que serán, y a Lola, sentada en su silla de enea, rodeada de otros niños como ella, que con voces infantiles cantaban esa copla en una miguilla de Triana.
-Lola Vázquez, 2020-